Ernesto Sosa
Rocha
Otra faceta del ¨Campito¨, es que frecuentemente
se instalaban ferias, con sus respectivos juegos
mecánicos y una variedad de diversiones, que
alegraban netamente mi corazón. Futbolitos,
rueda de la fortuna, sillas voladoras, tiro al
blanco, juegos de azar y algunas otras
atracciones, que en su conjunto simplemente les
decíamos ¨Los Jueguitos¨.
Por lo general
cuando participaba con el tiro al blanco o las
famosas canicas que tiraba a un conjunto de
hoyos en una madera a desnivel que según donde
cayera, sumaban la numeración y te sacabas un
premio chico y el premio grande después de
acumular muchos puntos, eran las típicas figuras
de yeso del personaje de moda.
Definitivamente era el sitio predilecto para
divertirme. Mirabas a ¨Johnny¨ dándole vueltas a
los caballitos y a la rueda de la fortuna
manualmente, junto a Enrique ¨El Ratón¨ Chávez,
haciendo lo mismo por unas monedas o simplemente
por el placer de pasearse gratuitamente.
Ocasionalmente subían a los dos de contrapeso,
para subir y bajar a la gente, antes y después
de echar andar la rueda.
Un día domingo
muy temprano, se presentó un temporal con
vientos fuertes y llovizna, que tumbó la rueda
de la fortuna, se trataba de una colita de
ciclón que azotó a Mexicali en ese tiempo, los
vecinos comentaban que si hubiera ocurrido de
noche, se hubiera escenificado una terrible
tragedia. Desde ese acontecimiento, mis padres
me prohibieron asistir a la feria. Pero lo de
siempre, en un descuido de ellos, ya estaba
nuevamente en la ¨feria del peligro¨.
Como infantes,
solíamos apoderarnos de los futbolitos, le
introducíamos una moneda de 20 centavos de
cobre, que al aplastarle nos daba mecánicamente
tres pelotas blancas. Cuando se nos agotaban las
monedas no sabíamos que hacer para continuar
jugando. Pero la astucia de uno, nunca se hacía
esperar, de tanto estarle estudiando la forma de
jugar gratis, llegó intempestivamente la
solución. Descubrimos Jhonny y yo, que
introduciendo un cincho de lámina, por arriba
del vástago metálico, que al aplastarlo, salían
por arte de magia las tres pelotas. Y así
duramos varios días jugando libremente,
invitábamos a la mayoría a participar en la
jugada, pero primero empezábamos a echarle
monedas para despistar un poco y después
sacábamos el cincho maravilloso.
Hasta que un
día la persona que cuidaba y manejaba los juegos
mecánicos, un güero ya mayor, de pelo largo y
entrecano, descubrió a mi primo Víctor Eugenio
¨El Enano¨, jugando muy campantemente con sus
amigos al futbolito, con el mentado cincho. Fue
hasta ese día, que de forma fortuita se acabó
nuestra diversión. El güero nos regañó molesto,
con una risa forzada en su rostro, nos dijo:
-¡Condenados chamacos!, con razón se me hacia
bien raro que los miraba jugando a diario y
cuando levantaba el futbolito para sacar el
dinero, siempre agarraba muy pocas monedas, y yo
los miraba entrados jugando casi todo el día,
¡Ah que chamacos!-, cuando miró con que
instrumento lo hacíamos, no lo podía creer,
nomás movía la cabeza de forma incrédula.
Los cinchos,
los obteníamos de un almacén que estaba ubicado
a tres casas del ¨Campito¨, un almacén dedicado
a la distribución de colchones y aparatos
electrodomésticos. Los cinchos se los quitábamos
a las cajas de cartón que utilizaban para
embalar los aparatos. Los trozaba con una pinza
y la punta se la doblaba para agarrarla como
mango y así poder hacerlo mas maleable, al
introducirlo en la ranura debajo del vástago del
futbolito.
Fotografía de
mi primo Victor Eugenio Sosa Gonzalez (+) y mi
amigo Juan ´´Johnny´´ Caballero Monge en los
famosos jueguitos del campito de la Mineros y
calle H de la colonia Industrial. |