Ernesto Sosa Rocha
Cuando yo contaba con la inocente edad de 5
años, en 1973 para ser más exactos, mi padre
mandó construir una fuente en la esquina
poniente del jardín frontal de mi casa, con la
ayuda de mi hermano Alfonso, sobre la barda de
ladrillo incrustó una buena cantidad de piedras
volcánicas de las llamadas ollas, que por debajo
de estas colocó la tubería de cobre que
trasportaría el vital líquido, y en la parte
baja, cerró con ladrillos una pila en forma
cuadricular, como una pequeña piscina, que por
dentro y en el fondo, lo forró con mosaicos
multicolores y en las cuatro esquinas de la
fuente, instaló unos reflectores de color rojo,
azul, verde y amarillo, que llamaban ciertamente
la atención de todos los vecinos que traficaban
por ahí.
Le mandó instalar una bomba de agua y un letrero
de madera con la leyenda: ¨Fuente Watergate¨ ¨La
fuente de los deseos, si usted arroja una moneda
se le cumplirán todos sus deseos¨. Al lado del
letrero se encontraba el apagador de la fuente.
Me gustaba ir a contemplar el ruido que producía
la cascada de agua al circular libremente entre
las piedras y los efectos de luz que hacían los
reflectores al enfocarlos hacia el agua
circulante, dando una vista muy agradable para
el transeúnte que solía pasar por mi casa.
Y efectivamente, la fuente ¨Watergate¨, siempre
estaba llena de monedas de la gran mayoría de
gente que circulaba muchas veces por curiosidad
por mi casa, que sé detenía a contemplarla de
día o de noche, que igualmente el espectáculo no
cesaba, porque al momento de oscurecer
prendíamos los reflectores y la fuente, para que
el agua corriera libremente sobre la superficie
de las piedras y se vertiera el fluido sobre la
pila de abajo, dando un sonido de relajamiento,
durante el trayecto del agua a través de las
rocas y un singular arcoíris de matices, que nos
daban las luces de los reflectores al entrar en
contacto con el agua.
Ahí nos bañábamos mi hermano Luis y yo de niños,
durante la temporada de calor, la convertíamos
en piscina obligada.
Posteriormente mi papá, echó dos grandes
tortugas marinas a la fuente como un atractivo
más del lugar, que al poco tiempo ya estaban
bien grandes, tuvieron que sacarlas porque ya no
cabían.
A los años se descompuso la bomba del agua y mi
hermano Leonardo Alfonso ¨Poncho¨, decidió
quitar para siempre la tradicional fuente de los
Sosa, que tanto había gustado en la colonia y a
los transeúntes que disfrutaban al circular por
nuestro hogar.
Fotografía de Ernesto Sosa Rocha durante un
paseo por Ensenada en lancha y al fondo el cerro
El Vigía y una gaviota como parte de la
escenografía natural de este paradisíaco lugar. |