El centro INAH Tamaulipas documenta y divulga la ancestral tradición alfarera de Nahola

Se ha investigado el proceso completo para la elaboración de esta
cerámica, semejante a la descubierta en sitios arqueológicos de la
región.
En una exposición, presenta fotografías, piezas, materiales y
herramientas que dan cuenta del legado que ha preservado la familia
Gaytán Reyes
Doña Felipa Reyes es la ‘ollera’ más experimentada de Santa Ana de
Nahola, poblado de la llanura semidesértica del municipio tamaulipeco de
Tula. Esta mujer, de 88 años, comenzó a elaborar comales siendo
adolescente y, a los 19, se aventuró a modelar ollas. Esos fueron los
primeros pasos en un oficio que heredó a su hija, Adela Gaytán.
Entre 2023 y 2024, ambas mujeres compartieron los secretos de su
alfarería con la directora de la representación del Instituto Nacional
de Antropología e Historia (INAH) en Tamaulipas, Tonantzin Silva
Cárdenas, y el arqueólogo Esteban Ávalos Beltrán. Ahora, lo hacen en la
exposición Conozco a una familia del suroeste de Tamaulipas: las Gaytán
Reyes. Olleras de Santa Ana de Nahola.
Mediante fotografías, una veintena de piezas, además de materiales y
herramientas de trabajo, su historia, la cual entraña la preservación de
la tradición cerámica en la Sierra Madre Oriental, se cuenta en la sede
del Centro INAH Tamaulipas (calz. Gral. Luis Caballero No. 1552, col.
Tamatán, Ciudad Victoria), donde el montaje permanecerá hasta el 14 mayo
de 2025, para después presentarse en el Museo de la Huasteca, en
Tampico.
Aunque es una selección de 1,600 fotografías, capturadas por Esteban
Ávalos para documentar el proceso completo de la cerámica de Nahola, las
30 imágenes en exhibición sirven para que el público se interne en un
mundo ignoto y ancestral, pues los saberes de doña Felipa son herencia
de su bisabuela, abuela, madre y hermana: Carmen de Leija, Inés Sainz,
Petra Rodríguez y Francisca Reyes.
A decir de Ávalos Beltrán, este conocimiento tiene un devenir de 3,000
años, pues se ha observado que estos objetos cerámicos guardan
características semejantes con aquellos recuperados en sitios
arqueológicos del noreste de México, caso de Balcón de Montezuma, El
Sabinito y otros identificados durante el salvamento arqueológico
realizado en la carretera que conectará a los municipios de Mante,
Ocampo y Tula.
Debido a lo anterior, se integró el proyecto Divulgación de la tradición
cerámica en el suroeste de Tamaulipas, a cargo Tonantzin Silva y Esteban
Ávalos, el cual estudia la producción cerámica antigua y contemporánea
de la región, y busca su difusión en libros, como Los invisibles,
publicado por el INAH, y ahora con esta exposición.
“En Nahola se conservan actividades ligadas con el pasado prehispánico e
histórico. No tienen herramientas contemporáneas, todo lo que necesitan
se los da la sierra y la llanura. Es impresionante ver cómo se valen de
los recursos de la naturaleza.
“El viaje comienza con la búsqueda de la materia prima en el periodo de
secas. Acompañamos a doña Adela, a don Juan y don Lorenzo, los hombres
de la familia Gaytán Reyes, por estrechas y sinuosas veredas de la
sierra, para extraer grandes bloques de yeso y arcilla”, anota el
experto del Centro INAH Tamaulipas.
A diferencia del yeso, cuyos bloques se extraen de afloramientos a cielo
abierto, para obtener la arcilla debe descenderse por un tiro excavado a
lo largo de los años, 15 metros tierra adentro, lo que supone una
práctica de riesgo porque no se tiene mucho control de los
desprendimientos.
Después de triturar y moler las piedras de yeso y arcilla, el polvo de
ambas se mezcla para dar lugar a una masa que resistirá la exposición al
fuego y los golpes. La imaginación de doña Felipa y su hija Adela dictan
las formas que irán tomando ollas, cajetes, platos, comales, purrones,
vasos, floreros, tazas y apaxtles.
Esteban Ávalos describe que empiezan por modelar el fondo de la pieza,
luego toman porciones de la mezcla y hacen parches “como envolviendo una
olla invisible”, mientras, con la yema de los dedos desvanecen las
uniones. “Peinan” la superficie con un olote y agregan asas, agarraderas
y soportes, tras lo cual se aplica un alisado final con las manos.
Pasados unos días, hasta que la pieza esté seca, se corrigen
imperfecciones y se pule la superficie con una piedra de río, para darle
apariencia lisa y brillosa. En el patio del hogar se prepara el fogón
(un agujero de 20 cm de profundidad y 60 cm de diámetro), colocando al
fondo tres piedras del tenamaztle, en donde descansaran los comales o
las ollas, que en el caso de los primeros se cubren con una capa gruesa
de ceniza.
Las ramas de arbustos y ocotillo reciben el fuego inicial, el cual se
aviva con leña de palma para las ollas, o mezotes de huapilla para los
comales. La cocción de los comales es uno por uno; tres o cuatro ollas
pueden cocerse a la vez. Al salir del fuego, aún calientes, algunas se
decoran con motivos florales sencillos, dibujados con chapopote.
La exposición, que puede visitarse de lunes a viernes, de 10:00 a 16:00
horas, en el Centro INAH Tamaulipas, termina con una advertencia sobre
la situación actual de la tradición alfarera en Nahola, que está
mermando por varios factores, entre ellos, la migración de sus
habitantes, la competencia injusta de la producción industrializada y el
limitado acceso a los recursos naturales para su elaboración.