#LeerEntreLíneas: CONSUMIDORES DEL PODER

Por Francisco Ruiz*
Martes 4 de febrero de 2025. Dicen que no hay plazo que no se cumpla ni
fecha que no se llegue, así, el lunes 20 de enero pasado, se llevó a
cabo la ceremonia en el interior del Capitolio mediante la cual Donald
Trump se convirtió en el presidente número 47 de Estados Unidos.
Curiosamente, ese día también se conmemoró el Blue Monday, es decir, el
día que se considera más triste de este año. El Lunes Azul (por su
traducción a nuestro idioma), es una fecha identificada desde hace 20
años por el psicólogo británico Cliff Arnall quien lo determinó así
considerando distintas variables, entre ellas ambientales y financieras,
las cuales desencadenan, según Arnall, en la aparición de sentimientos
negativos o poco alentadores durante el tercer lunes de cada año.
Que irónica es la vida, el día más triste de 2025 fue el mismo en que
Trump juró como el “hombre más poderoso del mundo libre” (como dicen los
gabachos). A partir de ese momento se pusieron en marcha las múltiples
advertencias que el presidente norteamericano hizo durante su campaña,
generando rumores, todo tipo de expectativas, rencor y, sobre todo,
mucho temor.
Mientras varias personalidades y liderazgos en el mundo y al interior de
la propia Unión Americana han expresado su rechazo hacia las medidas
impulsadas por el recién instalado inquilino de la Casa Blanca, tampoco
podemos perder de vista que los niveles de respaldo hacia Trump
incrementaron considerablemente. Por ejemplo, en la elección de 2016,
Donald derrotó a Hillary Clinton al obtener el voto de 306 delegados del
Colegio Electoral; por su parte, la entonces candidata obtuvo 232. Sin
embargo, con respecto al voto popular, Clinton conquistó el 48.17% de
las preferencias y Trump el 46.15%.
En 2020, Joe Biden se convirtió en presidente al lograr 306 votos contra
232 del candidato republicano. La diferencia en el voto popular fue de
casi cinco millones de sufragios a favor del demócrata. Ya en 2024,
Donald Trump alcanzó los 312 delegados frente a los 226 de Kamala
Harris; además, los electores le concedieron, por primera ocasión, una
votación mayoritaria a Trump con el 49.8% contra el 48.3% de quien fuera
la primera vicepresidenta en la historia de dicha nación.
Así, a diferencia de las monarquías y de las dictaduras que atribuyen su
autoridad a un respaldo divino o derivado del uso de la fuerza, el poder
de los mandatarios emanados de procesos democráticos, con todos sus
altibajos, surge de sus ciudadanos. Precisamente ahí reside la enorme
importancia del incremento en las preferencias electorales a favor del
actual presidente de Estados Unidos y, a su vez, nos da mucho en qué
pensar.
Y es que, contrario a lo que pudiéramos suponer, el poder público no es
un ente ajeno a la sociedad. Tampoco se trata de un elemento para uso
exclusivo de los gobernantes, es decir, de los consumidores del poder.
Si bien es cierto, el poder se divide en tres para su ejercicio (como
bien lo propusieron Locke y Montesquieu), sin embargo, surge de la suma
de voluntades, ¡de nuestras voluntades!
El propio artículo 39 de la Constitución Política de nuestro país lo
señala con suma claridad: “La soberanía nacional reside esencial y
originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se
instituye para beneficio de éste…”. Por tanto, como ciudadanos debemos
de convencernos y hacer nuestra la convicción de que los consumidores
del poder son tantos que hasta sobran; pero ellos, aunque a veces se les
olvida, se deben a nosotros: los generadores del poder.
Post scriptum: "En la política, no se debe hacer nada con la fuerza,
sino con la persuasión”, David Ben-Gurión.
*El autor es escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y
asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).