#LeerEntreLíneas: MÉXICO MAQUIAVÉLICO
Por Francisco Ruiz*
Martes 23 de julio de 2024. “…me parece que es más fácil conservar un
Estado hereditario, acostumbrado a una dinastía, que uno nuevo, ya que
basta con no alterar el orden establecido por los príncipes anteriores,
y contemporizar después con los cambios que puedan producirse. De tal
modo que, si el príncipe es de mediana inteligencia, se mantendrá
siempre en su Estado, a menos que una fuerza arrolladora lo arroje de
él; y aunque así sucediese, sólo tendría que esperar, para
reconquistarlo, a que el usurpador sufriera el primer tropiezo”. Así
comienza el segundo capítulo de “El Príncipe”, magnum opus de Nicolás
Maquiavelo.
Escrita a inicios del siglo XVI bajo el título original de “El
principado”, dicha obra vería la luz casi 20 años más tarde, luego de
que la iglesia concediera la autorización de ser publicada. Redactada
desde su encierro en prisión, “El príncipe” compendia una serie de
recomendaciones para gobernar. Líderes de la talla de Napoleón Bonaparte
lo leyeron, comentaron y practicaron. No hacerlo no implica el fracaso
político, pero sí muestra una clara improvisación de quienes deciden
participar en política sin prepararse para ello. Como siempre lo
menciono en mis clases: si aspiras a ser un profesional de la política,
leer “El arte de la guerra”, de Sun Tzu, y “El príncipe”, de Maquiavelo,
es obligatorio. Aclarando que no se trata de instructivos, sino de una
guía.
Regresando al escrito de Maquiavelo, me resulta sorprendente cómo este
libro de más de 500 años es tan vigente. Pareciera que, en esas breves
líneas, el filósofo florentino retratara al México del siglo XX y lo que
ha transcurrido del XXI.
Cuando el autor se refiere a que es más fácil conservar un gobierno
heredado que uno nuevo, me remonta a dos épocas distintas, aunque con
una gran similitud en diversos aspectos. Me refiero a los gobiernos del
PRI, los cuales fueran descritos por Vargas Llosa como “la dictadura
perfecta”. Incluso, el propio libertador de Sudamérica, Simón Bolívar,
lo advertiría un siglo antes: “La continuación de la autoridad en un
mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos
democráticos”.
Y es que los “herederos de la Revolución”, aprendieron bien de los
errores de don Porfirio, particularmente el evitar la transición. Sin
embargo, bien lo dice Maquiavelo: “basta con no alterar el orden
establecido”. Así, durante varias décadas el gobierno fue tricolor, no
sólo a nivel federal, sino estatal y municipal.
La alternancia fue parida en Baja California con la victoria de Ernesto
Ruffo Appel en 1989, convirtiéndose en el primer gobernador no priista
de México. El siglo naciente trajo consigo a otro partido político a Los
Pinos. El panista Vicente Fox conquistó al electorado nacional, sin
embargo, su desempeño resultó tan cuestionable que seis años más tarde,
casi le arrebataron la Presidencia a su sucesor, Felipe Calderón, quien
le regresó las llaves del changarro al PRI, a través de Enrique Peña
Nieto. Tal y como quedó plasmado en “El Príncipe”, la clase gobernante
se mantendrá siempre que no aparezca una fuerza arrolladora; pero, si
eso sucediera, sólo tendría que esperar el primer tropiezo del
“usurpador” para reconquistar.
Como lo mencioné anteriormente, dadas las vastas coincidencias, aún no
me queda claro si el gobierno de Andrés Manuel fue una herencia de la
clase gobernante a través de un rojo más quemado o si creó un
“principado”. Sin embargo, lo que habremos de dilucidar en los próximos
meses es si la administración de Claudia Sheinbaum será un gobierno
heredado o realmente nuevo, y si un tropiezo significará la reconquista
de quien gobernó.
Post scriptum: “El populismo es el camino de la autodestrucción de la
democracia”, Mario Vargas Llosa.
*El autor es escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y
asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).
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