#LeerEntreLíneas: TRUMPADAS ARANCELARIAS

Por Francisco Ruiz*
Martes 4 de marzo de 2025. De acuerdo con los estudiosos, el ser humano
comenzó su evolución a partir del sedentarismo, es decir, luego de que
los habitantes de este planeta descubrieron el fuego y aprendieran las
labores agrícolas y ganaderas. Posteriormente, vino el trueque. Más
tarde aparecería el dinero y de su mano el comercio.
Está claro que en un mundo civilizado y una sociedad organizada se
requiere de un grupo de personas que coordinen sus esfuerzos y se
concentren en el desarrollo general y en la convivencia en armonía.
Evidentemente dicho “grupo coordinador”, necesita recursos para cubrir
sus “gastos de operación”. Conforme al Diccionario de la lengua
española, un impuesto es: “Tributo que se exige en función de la
capacidad económica de los obligados a su pago”. Así, desde tiempos
inmemoriales, los impuestos han formado parte de nuestras vidas.
Con la consolidación de los Estados, la delimitación geográfica de las
naciones y la identificación de necesidades reales y creadas, los
gobiernos de los países del mundo recurrieron al intercambio comercial
para subsanar las demandas internas y externas. Incluso el propio
descubrimiento del continente americano tuvo su origen en el deseo de
mejorar las rutas comerciales entre Europa y la India, nadie imaginó, ni
el propio Colón, que descubriría un macizo continental a su paso.
Dicha interacción global recibe el nombre de comercio internacional y
los impuestos a las mercancías sujetas al comercio internacional tampoco
son la excepción, sólo que los conocemos como aranceles los cuales son
definidos, por la misma fuente, como: “Tarifa oficial determinante de
los derechos que se han de pagar en varios servicios, como el de costas
judiciales, aduanas, etc., o establecida para remunerar a ciertos
profesionales”. En México, de acuerdo con los artículos 12 y 13 de la
Ley de Comercio Exterior, los aranceles se clasifican en ad valorem,
específicos y mixtos, estos pueden adoptar las modalidades de
arancel-cupo y arancel-estacional. Con el transcurrir del tiempo, se han
diseñado estrategias y mecanismos para su reducción o desaparición, lo
cual propicia la disminución en el precio para el consumidor final.
México no fue, no es ni será la excepción. Aunque muchos se mantienen
reacios a siquiera informarse, el gobierno de Porfirio Díaz fue uno de
los primeros que detonaron la inversión extranjera en territorio
nacional, así como la presencia de productos nacionales en otros países,
particularmente en Europa y Estados Unidos; además, Díaz extinguió las
aduanas interiores. A pesar de los modelos económicos ultranacionalistas
que imperaron durante casi todo el siglo XX, el intercambio comercial se
mantuvo vigente, aunque casi neutro.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno mexicano aprovechó para
sostener su crecimiento económico en las exportaciones de productos
agropecuarios, petróleo crudo y mano de obra barata.
Con el fin de la segunda Gran Guerra vino la contracción comercial y,
evidentemente, el impacto negativo en el bolsillo de los mexicanos. El
resultado fue deuda, inflación, devaluación, en una palabra: crisis. A
pesar de que otros gobiernos decidieron comenzar a integrarse mediante
el multilateralismo, específicamente con el Acuerdo General sobre
Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés), México
se hundió en el rezago hasta 1986 cuando, finalmente, se adhirió al GATT
y comenzó su expansión económica.
Hoy, casi cuatro décadas más tarde, la descomposición en la región de
América del Norte está al acecho gracias a las Trumpadas arancelarias,
que impulsa el vecino del norte. Es un hecho que no se trata de un
modelo perfecto y que siempre existe la posibilidad de mejora, sin
embargo, las ventajas para los mexicanos son muchas, por eso hay que
defenderlas.
Post scriptum: “La piedad al culpable es traición al inocente”, Nicolás
Maquiavelo.
*El autor es escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y
asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).