Salvamento arqueológico revela la bonanza comercial
de Villahermosa en los siglos XVIII y XIX
Villahermosa, Tab.- El trajín comercial que
experimentó, entre los siglos XVIII y XIX, la otrora Villa Carmona,
luego bautizada como San Juan Bautista, hoy capital de esta entidad,
quedó revelado a través de diversos materiales de época que fueron
recuperados por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e
Historia (INAH), durante las obras de remodelación y adecuación del
Malecón Carlos A. Madrazo.
Mediante un salvamento arqueológico, la Secretaría de Cultura del
Gobierno de México, a través del Centro INAH Tabasco, ha acompañado
estos trabajos de infraestructura pública, relativos a la renovación de
sistemas de agua potable, repavimentación de calles, adecuación de
andadores y cambio de mobiliario urbano, entre otros.
El coordinador de este proyecto, el arqueólogo José Luis Romero Rivera,
comenta que esta intervención se debió a que el malecón se localiza en
áreas cercanas al Centro Histórico de Villahermosa, lugar de fundación
de la Villa Carmona, después llamado San Juan Bautista de Villahermosa.
Debido a la naturaleza de las obras, las excavaciones tuvieron
profundidades que oscilaron entre los 2 y 3.50 metros; por ello, “hubo
remoción de grandes cantidades de tierra, donde, siglos anteriores, eran
playas y embarcaderos, puesto que existió un puerto fluvial de cierta
relevancia en el sitio, ya que el río Grijalva tenía una extensión mayor
a la que conocemos hoy”.
Menciona que la tercera y cuarta etapas de la remodelación del paseo,
centradas en las inmediaciones del excine Sheba, resultaron las más
prolíficas en cuanto a recuperación de materiales, principalmente de
carácter histórico.
Al respecto, la arqueóloga responsable de los frentes de excavación en
estos espacios, Ashanty Esmeralda Valle Balderas, refiere que el viejo
local de cine fue inaugurado en 1964, por el exgobernador Carlos A.
Madrazo, en el terreno que anteriormente ocupó el Hotel Palacio, el
cual, por su cercanía al muelle, hospedaba a visitantes que arribaban en
embarcaciones por el río Grijalva. Ese ir y venir de personas y
mercancías se vio reflejado en las piezas halladas.
Además de localizar la sección de un acueducto hecho de ladrillos, aún
en funcionamiento, en la calle 27 de Febrero, frente al excine se
encontró un pequeño murete que conectaba a una serie de drenajes y que
desembocaban a donde alguna vez estuvo el río.
Entre los materiales más abundantes están los cerámicos, de los que pudo
inferirse la temporalidad a partir de las técnicas decorativas: por
ejemplo, aquellos de calcografía, se emplearon entre 1787 e inicios del
siglo XIX; los de estampados con figuras geométricas y flores son
decimonónicos; en tanto que los sellos que se observan en los fondos de
lo que fueron platos y tazas para café y té, señalan su fabricación
diversa: inglesa, francesa y mexicana.
Botellas de la industria farmacéutica, como un jarabe para la tos o un
tónico capilar para el crecimiento del pelo, y otras que contuvieron
vino asturiano son testimonios de los hábitos de consumo de la antigua
población de Villahermosa, cuyo poder adquisitivo también se deduce a
partir de otros materiales, caso de las tejas fabricadas masivamente en
Francia, más asequibles que los mosaicos.
Un centavo de cobre de 1917, balas sin huello de uso para armas largas y
cortas (1887); clavos y tornillos corroídos, entre otros materiales,
aluden al despunte comercial de Villahermosa en el siglo XIX, cuando se
asentaron fábricas de ceras, cerillos, aceites y cerveza, por mencionar
algunas, refiere la experta.
“Tabasco, al estar rodeado de agua, propició que Villahermosa contara
con un puerto muy transitado en el pasado, permitiendo que embarcaciones
de diferentes tamaños trajeran productos y que también los tabasqueños
exportaran sus productos”, finaliza Valle Balderas.
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