Tekit
es una pequeña localidad que se encuentra en Yucatán,
aproximadamente a una hora de la capital Mérida. Se ha
hecho famosa por ser el lugar de las guayaberas.
También, por su Reserva Estatal Geohidrológica del
Anillo de Cenotes, la reserva de agua dulce más
importante a nivel nacional.
Ahora Tekit también tiene la temprana fama de ser
espacio para la expresión audiovisual de los jóvenes
yucatecos. Desde la iniciativa Tropivisiones: cine a
mano, se busca la formación y expresión de los jóvenes
de la región; un ejercicio que nace en este pequeño
poblado y busca extenderse a todo el estado.
Tropivisiones ha tenido el apoyo del Estímulo para la
Formación Audiovisual Independiente (EFAI) en dos
ocasiones. En 2021 derivó en la creación del
cortometraje Ba'ax k'kaxtik (¿Qué buscamos?) una
historia de horror, que también daba cuenta de las
leyendas mayas. En 2022 experimenta con la animación y
la rotoscopia, en el emotivo cortometraje Recuerdos
entre el viento.
Junto con la producción de estos cortometrajes se
adivina otra labor, igualmente importante: la
experiencia de crear cines horizontales, comunitarios,
que representen las miradas y las expresiones de los
jóvenes de la región.
Sobre esta experiencia nos platicó Paulina Estrada,
fundadora de Tropivisiones
Platícame de la comunidad de Tekit, donde desarrollan el
proyecto Tropivisiones. Sé que es la capital de la
guayabera, pero podrías contarme mejor.
Tekit es una villa con alrededor de 11 mil habitantes y
su actividad económica principal es la manufactura de
guayaberas. Cuando caminas por el pueblo puedes escuchar
las máquinas de coser.
En la primera edición de Tropivisiones íbamos cada fin
de semana desde Mérida; en la segunda, que el programa
fue de animación, lo cual requiere mucho tiempo y un
trabajo más constante, decidimos vivir ahí y fue muy
interesante la experiencia, tuvimos más acercamiento con
nuestros alumnos.
La mayoría de nuestros alumnos estudian la prepa, en
Tekit sólo hay una prepa que es el COBAY. Los índices de
migración no son muy altos, hablábamos con gente mayor
que tenían a sus hijas e hijos viviendo ahí.
Ahí también se encuentra la reserva estatal hidrológica,
el anillo de cenotes, un área que tiene la reserva de
agua dulce más importante de México.
¿Cómo crearon el concepto de Tropivisiones?
Lo fundamos Danya Leal, Sheila Camarena y yo. Conocí a
Danya en 2016, en otro proyecto de cine comunitario que
es ya un paradigma, el CAI (Campamento Audiovisual
Itinerante); yo fui alumna en 2014. Años después
coincidimos en Canadá y ahí conocí a Sheila; ellas
estudiaron juntas en Yucatán en la carrera de gestión
intercultural y desarrollo.
Cuando me reencuentro con Danya y conozco a Sheila,
quisimos hacer algo. Fue muy azaroso; llegamos a Tekit
porque Sheila trabaja para una asociación civil que se
llama GIPS BACAB A.C., que se dedica al cuidado, la
observación y el monitoreo de cuerpos de agua. El primer
programa que hicimos fue el de los ha'kanules, que en
maya significa “guardián del agua”. Son jóvenes que se
forman para monitorear la calidad del agua de los
cenotes.
Pero en la comunidad muy pocas personas podían moverse a
Tekit, entonces abrimos el programa y así entraron
chavites de 15 a 17 años. Hicimos el mapeo de temas que
les interesaban: acabaron haciendo una ficción de
terror, y en este segundo año ya estábamos abiertos a
que el tema pudiera ser más amplio; entonces abordaron
el tema de cuidado de su territorio y ambiental, sin que
nosotras se los pusiéramos.
¿Por qué crees que los adolescentes eligen el terror,
cuando ustedes están proponiendo otras historias que
contar en su comunidad?
Yo tenía un sesgo de morra urbana, del centro del país.
muy alejada de estas historias, que vemos como mitos y
leyendas. Pero los chiques me decían que son cosas que
sí existen. Después estuvimos en contacto con las
historias y sí pasan cosas bien curiosas, que dices:
“ok, tal vez no entiendo mucho esto, pero voy a tener
respeto”, cosas que no pude explicar o que son
coincidencias.
La actriz que hace a la bruja es una persona que trabaja
con magia, es su chamba; y los dueños de la locación en
la que grabamos, ese matrimonio también trabaja con
magia a su modo, pero son magias distintas. Hubo
momentos de tensión al principio, no entendíamos por qué
discutían en maya, fue un momento curioso.
Tropivisiones tuvo un segundo momento en 2022, ¿qué pasó
en esa edición?
Hicimos un sondeo con la primera generación, para saber
qué otras cosas les interesaría seguir aprendiendo, para
darle continuidad a quienes quisieran volver a tomar el
curso, pero también ofreciéndoles otras herramientas.
Nos dijeron que, por ejemplo, el primer año teníamos
esta cuestión del documental y no se nos ocurrió
hablarles del departamento de arte; ellos querían ver
más cuestiones de arte y de escritura de guión, entonces
creamos talleres de escritura creativa y de animación,
también de sonido. Algo en lo que hicimos hincapié, es
que aparte de herramientas audiovisuales, también
debíamos ofrecer o incorporar sesiones, talleres,
seminarios.
Este año incorporamos talleres de Cynthia Uc, quien dio
un taller de antirracismo; Jimena Ruiz dio narrativa y
representación, con este afán de dar herramientas para
crear sus propias historias. También incorporamos
sesiones con Tania Langarica, que es poeta y dio
escritura creativa.
Acabamos haciendo animación en rotoscopia, imprimimos
los fotogramas de los vídeos que ellos grabaron y los
intervinieron a mano con pintura, diamantina y crayolas.
Este segundo corto Recuerdos entre el viento, es como un
hijo para nosotras, una pieza entrañable y muy bonita,
puedes escuchar las voces jóvenes compartiéndonos lo que
son, el resultado es muy hermoso. Fue hecho en un
espacio en el cual se sintieron seguros, libres y eso
fue algo valioso. Estamos orgullosas de todo eso.
Fotografía: Frida Arroyo
En una presentación de la primera generación alguien
dice: “el proceso es más importante que el resultado”, y
me pareció interesante, porque más allá de hacer dos
cortometrajes han logrado una comunidad y una noción de
lo colaborativo.
Algo que han comentado los chicos a partir de esa
experiencia, ha sido sobre la importancia de tener una
comunicación asertiva, de trabajar en equipo, saber que
tú tienes una visión y se puede hacer mejor si la
compartes con los demás. Es un proceso de formación y si
bien el objetivo es llevar a cabo este corto, lo más
importante es que lo disfruten.
Hubo un momento en el primer año que, después del primer
o segundo día de rodaje, que no pudieron grabar todo y
acabamos cansadísimos, los ánimos estaban muy abajo.
Notamos un desaliento generalizado y ese no era el
objetivo, queríamos que aprendieran, pero también que se
diviertan. Hablamos con ellos por la mañana para ver
cómo cambiar el guión, cómo continuar con el rodaje,
siempre y cuando lo disfrutaran.
Tus compañeras y tú son mujeres jóvenes que hace poco
han estado en otros espacios de formación, y al mismo
tiempo se convierten en transmisoras de conocimientos a
personas muchísimo más jóvenes, habla de una transmisión
de saberes, como si pasaran la estafeta.
Las fundadoras queremos replicar cosas que nos habían
sido significativas del cine comunitario. Está el
ejemplo de Frida, quien se integró al equipo el año
pasado, ella ha tenido experiencias en rodajes con
directores y directoras de renombre, y está medio
horrorizada por las maneras en las cuales se puede
generar arte. Y también está la parte de nuestros
cómplices, cineastas de Yucatán que quieren contribuir a
compartir lo que saben, a prestarnos equipo, para que se
vaya fortaleciendo la formación audiovisual en el
estado.
Ninguna de las fundadoras nacimos en Yucatán y nunca
llegamos a imponerles cosas de qué hablar. Siempre
tuvimos la idea de compartir sus historias y aprender de
ellas y de ellos. Y en ese aspecto, se agradece
muchísimo al cineasta local, que no tiene nada que
pedirle en temas, en factura, a la gente que estudió en
la Ciudad de México. Nos gustaría que en el futuro los
estudiantes pudieran compartir lo que han aprendido, que
algunos de ellos sigan buscando más herramientas
audiovisuales por fuera. Sería padre que en un futuro
también se pudieran integrar al equipo o que puedan
crear también sus propios proyectos.
Ya van dos ediciones de Tropivisiones, de ahí han salido
un cortometraje de terror y otro de animación. ¿Qué
sigue en el futuro?
Nos gustaría expandirnos hacia otros lugares de Yucatán.
El primer paso es consolidarnos, porque la cuestión de
los recursos siempre es un tema, fue muy duro ver un
resultado tan bello pero que también implica mucho
sacrificio y que no es sostenible, implica un desgaste
tremendo para los colectivos, porque tu trabajo no es
remunerado de manera justa. Queremos consolidarnos para
buscar recursos de otros lados y hacer un equipo más
grande, porque cuatro personas hacemos la tarea de
quince y eso tampoco está bien.
También los ex alumnos recientemente crearon otros
proyectos en Yucatán, también nos contactó Cinema
Nahualli, un festival que lleva poco tiempo en su
versión de Yucatán, para hacer un taller de cine club en
Tekit. Es otra manera de que, a través de nosotras, se
pueda facilitar esto y que el cine club de los alumnos
sea suyo. |