UNAM: La ciencia se enfoca en evitar la progresión de la enfermedad de Parkinson

Hay varias aproximaciones que explora la comunidad científica, como
sus formas genéticas: Aurelio Campos Romo
La UNAM participó en un estudio que trasplantó células dopaminérgicas en
monos, en búsqueda de una terapia de reemplazo
El 11 de abril se conmemora el día mundial de ese padecimiento
La enfermedad de Parkinson es la segunda de tipo neurodegenerativa más
frecuente en el mundo, solo después del mal de Alzheimer; se estima que
más de 10 millones de personas viven actualmente con ella, según la
organización estadounidense Parkinson’s Foundation.
Cuando ocurre, las células cerebrales que producen dopamina (llamadas
neuronas dopaminérgicas) degeneran y gradualmente mueren, en un proceso
progresivo e irreversible, explica el profesor del Departamento de
Fisiología de la Facultad de Medicina de la UNAM, Aurelio Campos Romo.
A propósito del Día Mundial del Parkinson, que se conmemora el 11 de
abril en honor al natalicio de su descubridor, el neurólogo británico
James Parkinson quien en 1817 lo llamó “parálisis agitante”, la
Organización Mundial de la Salud señala que daña a una de cada 100
personas mayores de 60 años, y se estima que para 2030 habrá 12 millones
de pacientes con esta afección.
La prevalencia se ha duplicado en los últimos 25 años. Proyecciones
mundiales en 2019 indicaron que aumentó 81 por ciento a partir del año
2000 y causó 329 mil fallecimientos hace seis años.
De acuerdo con Campos Romo, los estudios recientes para enfrentar la
enfermedad de Parkinson se dirigen a evitar su progresión. “Hay varias
aproximaciones que explora la comunidad científica, como en las formas
genéticas de la enfermedad, que abonan a entender la fisiopatología, es
decir, qué causa este padecimiento” comenta.
También, subraya, se analiza la alfa-sinucleína, una proteína neuronal
que se acumula anormalmente en el cerebro cuando hay esa afección. “Hay
que tratar de detenerla, saber por qué se acumula”.
Investigaciones sobre la neuroinflamación y acerca de cambios en el
metabolismo también se realizan para anticiparse a la progresión, además
de que hay hallazgos en neuroimagen y resonancia magnética para
identificar en etapas tempranas la disminución de neuronas
dopaminérgicas.
En tanto, el grupo de Campos Romo e Iván Velasco (investigador del
Instituto de Fisiología Celular) participó por parte de la Universidad
Nacional en un estudio que trasplantó células dopaminérgicas en monos,
en búsqueda de una terapia de reemplazo.
Como no podemos evitar todavía que se mueran las neuronas, el objetivo
es poner nuevas. No es una idea original, se tiene décadas trabajando en
diversas partes del mundo. En nuestro estudio, elaborado el año pasado y
donde colaboró un equipo español y colegas del Instituto Nacional de
Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco Suárez, usamos células madre
troncales embrionarias y las diferenciamos a neuronas dopaminérgicas.
Luego las trasplantamos al cerebro de un modelo animal, en este caso el
mono, para tratar de restablecer la conectividad, abunda.
Aunque tuvieron algunos resultados positivos tienen que revisar asuntos
éticos y legales, pues en México no está legalizado como ocurre en
España.
Actualmente, los universitarios se concentran en mejorar las técnicas de
diferenciación celular para garantizar que obtengan solamente células
dopaminérgicas, y no otras que pueden producir tumores.
Sintomatología motora
Campos Romo, médico cirujano y doctor en Ciencias Biomédicas,
manifiesta: aunque el síntoma más conocido son los temblores
involuntarios, también son relevantes la rigidez y la bradicinesia o
lentitud en los movimientos voluntarios, la cual ocasiona dificultad
para iniciar un desplazamiento, que a veces está acompañada de pérdida
de equilibrio.
Le llamamos triada de sintomatología motora porque juntas dificultan que
el paciente se mueva. Generalmente es en esta etapa cuando se conforma
el diagnóstico, idealmente por un neurólogo. Pero antes la persona
enferma puede tener alteraciones del sueño y del olfato, dolor,
deterioro cognitivo, depresión y ansiedad, síntomas que complican la
detección temprana, pues también suceden en otras enfermedades, asevera.
El especialista comenta que se asocia con el envejecimiento, pero no es
exclusivo de esa etapa de vida. En menores de 40 años es poco frecuente,
y la incidencia comienza a aumentar con la edad. De 50 a 60 años tenemos
anualmente cerca de 40 por ciento de enfermos por cada 100 mil personas,
pero después de los 70 afecta a aproximadamente mil personas por cada
100 mil habitantes.
Tratamiento
La irreversible progresión es lenta, y para que se presenten los
síntomas se debe perder, en la sustancia negra del cerebro, de 70 a 80
por ciento de las neuronas dopaminérgicas, enfatiza el académico.
“Esto significa que hay una muerte muy importante de neuronas antes de
que haya sintomatología. Cuando esto ocurre todavía nos quedan entre 20
y 30 por ciento de neuronas dopaminérgicas vivas, que son a las que se
dirige el tratamiento”, detalla.
Como la dopamina se oxida y es un neurotransmisor que no se puede
aplicar directamente en el cerebro para ayudar a controlar el
movimiento, aprendizaje, memoria y estado de ánimo, generalmente se
administra un tratamiento farmacológico basado en un precursor de la
dopamina llamado levodopa.
Atraviesa la barrera hematoencefálica entre la sangre y el cerebro,
ingresa a las células restantes y empieza a producir más dopamina. Con
esto se restituye por completo la conectividad con ese órgano, con un
resultado espectacular. Al estar bajo su efecto se sienten mejor,
informa.
El problema es que tiene una ventana de cinco a 10 años de efectos
favorables, pero como las neuronas dopaminérgicas siguen paulatinamente
muriendo, la levodopa ya no tiene dónde seguir produciendo dopamina,
concluye.