Por: Arturo Ruiz, El Súper
Cívico.
Son humanos que ante los demás se transforman en imágenes
borrosas, en sombras humanoides, sus cuerpos visten de harapos,
la suciedad y el deterioro son ya parte de su esencia. Son
sombras urbanas que surgen de entre los matorrales de lotes
baldíos, de casas abandonadas, de debajo de los puentes, de
entre las bancas públicas de los parques o de algún rincón
olvidado de la infraestructura urbana. Son los indigentes.
Mujeres, ancianos, hombres y niños. Personas en desgracia que
pueden padecer de sus facultades mentales, víctimas del
alcoholismo, adictos a drogas sintéticas. O simplemente,
víctimas de la soledad, el desamparo y la desnutrición.
Su factor en común es el abandono, el hambre y la falta de
salud.
Nadie los quiere ver, y si se les ve, incomodan, molestan y
hasta ofenden con su sola presencia, huelen mal, se ven mal y
afean aún más a las ciudades en donde residen. Son una molestia
y una afrenta al resto de la sociedad.
“La indigencia, es considerada por Quintal (2008), como toda
persona que no cuenta con los recursos suficientes para
subsistir con un estilo de vida digna, hoy en día la acepción
para la palabra indigente se traduce en la imagen de un
“pordiosero” o cualquier persona que mendigue o esté a expensas
de ayuda de la sociedad civil en general, pero no es indigente
tan sólo quien mendiga en las calles, existen millones de
indigentes en todo el mundo, familias que subsisten con una
módica cantidad al día.
La palabra indigente se ha vuelto un concepto genérico para
catalogar a niños de la calle, alcohólicos, fármaco,
dependientes y hasta esquizofrénicos.”
Etimológicamente, la palabra indigencia proviene del latín
indigentia, que significa la falta de medios para alimentarse
(Zepeda, 2005). Universalmente la indigencia es concebida como
la “falta de medios para procurar por sí mismo su alimento,
vestido y techo”.
Además, el concepto indigencia se relaciona con el de “miseria”,
que implica desgracia, carencia, falta de lo necesario para el
sustento y pobreza extrema; ambos términos se vinculan al grado
máximo de marginación. Para Mateos (1965) la palabra Indigente
proviene del: del latín in (no), y digerere (disponer). El que
no dispone.
Zepeda (2005), considera que debido a los grandes problemas que
enfrenta este sector en la ciudad de México, el término
indigencia ha sido reconceptualizado, según el estudio censal,
como “el que define al individuo adulto, hombre o mujer, en una
situación que le impide procurarse a sí mismo, olvidando su
alimento, su vivienda digna, su vestido y seguridad, de forma
que no puede garantizar su salud, y que deambula sin destino
definido por las calles y pernocta en ellas” (1)
Desafortunadamente en el ámbito nacional y en el estatal se
carece de un descenso o de un diagnóstico de la cantidad de
personas en condición de calle, no hay un reporte o fuente de
datos confiable que nos señale con precisión, cuántas y en qué
condiciones están estas personas. Hay un desinterés oficial y
social al respecto.
De hecho, puede ser incomprensible que exista más preocupación y
más empatía por animales domésticos en condición de calle y
abandono, que por seres humanos en esta condición.
A la llegada de la 4T, en muchos se abrigó la esperanza del
establecimiento de un gobierno más humanista y más sensible a
este tipo de problemáticas. Pero no, no fue así, el abandono y
el desinterés continúan.
No hay interés, son personas sin credencial de elector, son
personas en muchos casos afectadas de sus condiciones mentales y
de salud, son una molestia para la sociedad y una carga
presupuestal innecesaria para los gobernantes. ¿En dónde quedo
nuestro humanismo?
Podrán surgir muchas excusas y muchas justificaciones, pero la
problemática ahí sigue y su presencia nos indica que como
comunidad no hemos hecho lo necesario para ayudar a estos seres
humanos en desgracia.
Pero los alcaldes, los gobernadores y el presidente de la
república sonríen a diario, son los nuevos ricos, los nuevos
fifís, son otras sus prioridades y junto a la indigencia, junto
a los olvidados, se incrementan también las personas en
condición de pobreza.
Población nacional en México: 126,014,024 millones de personas
• El número de personas en pobreza pasó de 51.9 millones de
mexicanos en 2018 a 55.7 millones de mexicanos en 2020 (43.9% de
la población total). Esto significa que hay 3.8 millones de
personas más en pobreza desde el inicio de este sexenio.
(Medición de
Pobreza, CONEVAL 2020). El número de personas en pobreza extrema
pasó de 8.7 millones en 2018 a 10.8 millones en 20120 (8.5% de
la población total).
• México es considerado un país con una economía creciente y
forma parte del G20 al ser la 15va economía del mundo según el
Fondo Monetario Internacional.
• La OCDE y la OMC evalúan a las personas trabajadoras mexicanas
como quienes trabajan más duro en términos de número de horas
trabajadas al año, en comparación con el resto del mundo.
• Según la OCDE, México es el tercer país con mayor desigualdad
económica. (2)
Y estas cifras, estas realidades, pulverizan a los mensajes
demagógicos de un gobierno que se encierra en su discurso
polarizante, en donde, a los ojos de la nueva clase política
dominante el pueblo es feliz, feliz, feliz.
Aunque en la realidad, la sangre manche sus discursos y la
pobreza aumenta el número de potenciales votantes a cambio de
despensas de miseria. ¿O No?
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