22 de febrero de 2022

 

En primera persona: No quiero morir en el cuerpo de un hombre

21 Febrero 2022

La historia de Semi es la historia de muchas personas transgénero que están atrapadas en el cuerpo del sexo con el que nacieron, pero con el que no se identifican. En Haití, Semi no cuenta con los servicios adecuados para llevar a cabo la transición a mujer que tanto desea. Por eso, esta activista transgénero debe abandonar su país, para hacer el cambio, volver y continuar la lucha para que las personas trans no tengan que pasar por lo que ella pasó.

Semi Alisha Fermond es una mujer transgénero que no desea morir en un cuerpo masculino y que, por lo tanto, desea salir de su país natal para cumplir su sueño.

Esta joven trabaja con personas transgénero en Kay Trans Ayiti (‘’Casa Trans Haití‘’ en criollo), además de ser activista en la organización Acción Comunitaria para la Integración de Mujeres Haitianas Vulnerables, que cuenta con el respaldo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA).

“Trabajamos específicamente con personas transgénero. Tratamos de integrarlos en la sociedad, porque suelen ser expulsados de sus hogares por su identidad cuando anuncian su orientación sexual a sus padres.

Estamos muy expuestos al VIH. Para solucionar esta realidad, creo que hay que ir a la raíz del problema, empezando por concienciar a los padres para que ayuden a sus hijos a vivir plenamente su personalidad y para que no los echen de casa. Cuantos menos niños haya en la calle, menos VIH habrá y menos personas transgénero se verán obligadas a prostituirse para ganarse la vida. Cabe señalar que, en Haití, cuando eres transgénero, es difícil encontrar un trabajo digno para sobrevivir. O nos prostituimos o tratamos de buscar alguna alternativa que genere ingresos. Y no siempre logramos subsistir.

Kay Trans Ayiti es un espacio donde las personas transgénero pueden acudir y buscar ayuda para enfrentarse a sus problemas. Se les brinda alojamiento, comida y asistencia psicológica con el objetivo de ayudarles a dejar atrás las etapas dolorosas y difíciles que han vivido a lo largo de sus vidas.

En Haití, no existen leyes reales que protejan a las personas transgénero, lo que nos lleva a enfrentarnos con difíciles situaciones. En mi caso, soy una mujer trans y, sin embargo, desde el punto de vista legal, todavía no puedo realizar cambios en mis documentos oficiales. De hecho, en ellos sigue constando el género masculino. Actualmente, cuando paso controles de seguridad rutinarios y muestro mi identificación a la policía, al comprobar que me visto como mujer, corro el riesgo de que me discriminen. Algunos policías incluso pueden golpearme a causa de mi apariencia física.

Respetarnos como seres humanos
Una mayor visibilidad de la comunidad trans contribuiría enormemente a que las personas que tienden a juzgarnos nos entendieran mejor. En la actualidad, no entienden nuestra realidad. No pido a nadie que les gustemos, pero sí que nos respeten como seres humanos.

Digan lo que digan, soy mujer, aunque la sociedad haitiana te defina según tu sexo. En cuanto alguien tiene un sexo masculino, se dice que la persona en cuestión es hombre. Si tienes un sexo femenino, eres mujer. Sin embargo, eso no se ajusta a mi realidad, puesto que siempre me he sentido mujer a pesar de mi sexo masculino. Recuerdo que cuando era niña, no me gustaba salir de casa para ir a la escuela. Siempre estaba sola. Era como si estuviera constantemente atrapada en la piel de otra persona.

Siendo joven y consciente de mi realidad, decidí explicar cómo me sentía a mis padres y quién era realmente. Aunque al principio supuso un shock para ellos, terminaron aceptándome por completo. En ese sentido, me enorgullece haber podido contar con su apoyo. En casa, me ven como una mujer. Mi madre me llama “hija" y mi hermana mayor me llama "sista". En general, toda mi familia me ve como una mujer.

Sueño con mi transición. No quiero morir en este cuerpo de hombre, ni con este sexo. No. Cuando muera, deseo que cuando miren mi ataúd digan "¡Guau! ¡Qué mujer tan hermosa!'' y que se olviden de mi sexo masculino. Ese sueño anula todos mis miedos.

No puedo quedarme en Haití porque aquí no puedo hacer mi cambio. Si hubiera servicios adecuados en mi país, podría haberme quedado para liderar la lucha. Sin embargo, tengo que irme primero... Tengo que pensar en mí misma. Después de mi transición, regresaré a Haití para continuar con la lucha, para que la comunidad trans pueda conseguir lo que se merece.

Me siento fuerte y estoy muy orgullosa de haberme involucrado en esta lucha. No me gustaría que ningún niño pasara por todo lo que yo pasé".