8 Marzo 2022
El feminismo condujo a María Reyes a conocer el
ecofeminismo. Fue así como entendió la
explotación histórica de las mujeres y la
tierra. María tiene 19 años, es mexicana y forma
parte de la iniciativa MAPA del movimiento
Fridays for future, que trabaja en favor de las
personas y las áreas más afectadas por el cambio
climático.
“La tierra y las mujeres son oprimidas de la
misma forma. Son tratadas como territorios de
conquista y son utilizadas como recursos”,
afirma María Reyes una joven de 19 años de la
ciudad mexicana de Puebla, estudiante de una
licenciatura en biología y activista ambiental,
que no duda en autodefinirse como feminista.
“Completamente. De hecho, llegué al movimiento
climático a través del movimiento feminista. Por
ahí bien dicen que una se hace feminista con su
propia historia. Yo empecé en el feminismo desde
que tenía doce años sin saber que estaba
incursionando en el feminismo, sino más bien por
una cuestión de supervivencia”.
El feminismo condujo a María a conocer el
ecofeminismo. Fue así como entendió la
explotación histórica de las mujeres y la
tierra.
María forma parte de la iniciativa MAPA del
movimiento Fridays for future, fundado por la
activista sueca Greta Thumberg y que trabaja en
favor de las personas y las áreas más afectadas
por el cambio climático.
¿Por qué te interesaste por estas causas? ¿Cómo
empezaste tu trabajo como activista?
“Siempre he tenido cierto interés por las
cuestiones ambientales. En la escuela primaria
nos enseñaban sobre el cambio climático,
diciéndonos que era responsabilidad de todos y
que teníamos que enfrentarlo cerrando la llave
del agua, viajando menos en auto. Pero cuando
empezó el movimiento de Fridays for future, en
2019, tenían una narrativa muy interesante que
decía que nos habían hecho creer que es
responsabilidad de todes, lo cierto es que hay
sectores, empresas y gobiernos, ciertas
industrias que tienen mucha más responsabilidad
que un individuo promedio. Eso me hizo muchísimo
clic y me uní al movimiento en mi ciudad,
Puebla. Me di cuenta de que la crisis climática
iba más allá de los impactos ambientales,
también tenía impactos sociales que se
interceptaban con las distintas identidades de
las personas. Eso me movió mucho y me hizo darme
cuenta de que la crisis climática es una crisis
de derechos humanos y es una crisis de
desigualdad.”
Además de Fridays for future, a principios de
2021, María encontró otros espacios
internacionales para realizar su labor.
“Encontré específicamente MAPA, un espacio
seguro para personas del Sur global y reforzó la
idea de que la etnia, la raza, el género, las
desigualdades socioeconómicas, las
discapacidades nos hacen ser muchos más
vulnerables a ciertos impactos de la crisis
climática. Empezamos a empujar esta narrativa en
el movimiento internacional para que hubiera un
mayor reconocimiento de que la crisis climática
es una crisis de desigualdad y no impacta a
todas las comunidades de la misma forma”.
También el año pasado, María se involucró con
ONU Mujeres, en el foro Generación Igualdad.
“Específicamente en la coalición de acción
feminista por la justicia climática. Lo que
hacemos es crear espacios para que mujeres y
disidencias más afectadas por la crisis
climática puedan compartir sus historias y que
se conozca de qué forma les impacta esa crisis y
cómo se relaciona con la desigualdad de género”.
Justicia social
Le has dado un enfoque de género a tu activismo
por la acción climática…
“Siento que más bien ha sido un enfoque de
justicia social, le llamamos justicia climática,
y especialmente en torno a las territorialidades
en el Sur global, y además el género, sí”.
María cita algunos ejemplos de los atropellos y
desventajas que encaran las mujeres,
especialmente las rurales e indígenas, en su
vida cotidiana.
“En países como México y en toda América Latina,
donde la violencia de género es el pan de cada
día, cuando una mujer defiende su territorio o
incluso cuando vamos a las calles a
manifestarnos, no solamente enfrentamos un
choque con la sociedad por estarnos
manifestando, sino también por el hecho de ser
mujeres y porque nos tachan de revoltosas. Somos
muchos más propensas a que en una manifestación
o después de ella nos pueda ocurrir algo. Y más
allá de México, en ciertas comunidades, como en
Asia, donde se sufren más continuamente impactos
como tifones o tsunamis y los lugares se
inundan, la mujer, por haber estado
sistemáticamente excluida de espacios donde
pueda desarrollar habilidades de supervivencia o
más fuerza física, tiene menores probabilidades
de sobrevivir cuando hay este tipo de desastres
naturales”.
Movimientos de base
María está convencida de que para acabar con
estas injusticias se precisan movimientos de
base.
“Las personas y comunidades tienen su propia
voz, lo que necesitan es que seamos aliades y
apoyemos para que esa voz resuene más alto.
Primero, se deben conocer esas historias para
tener una perspectiva más amplia de cómo esta
crisis es una crisis de desigualdad. Segundo, en
lugares como Naciones Unidas y foros
internacionales, es muy importante su presencia
porque es una oportunidad de incidencia, de
influir en las negociaciones o en quienes llevan
a cabo las negociaciones. El foro Generación
Igualdad provee estos espacios para juventudes.
Además, nos ayuda a tejer redes. De nada sirve
que cada quien luche por su propia causa en
distintos frentes, tenemos que darnos cuenta de
que nadie es libre hasta que todos lo seamos”.
¿Cuál es la manera de empoderar a las mujeres,
además de hacer oír su voz?
“Es muy importante tejer redes de solidaridad,
de sororidad entre mujeres, redes comunitarias.
Las comunidades rurales lo hacen muchísimo,
entre ellas se organizan. Esa es una forma de
resistencia porque se acompañan. Creo que es
algo que a las que nacimos en ciudades nos
cuesta mucho más trabajo conectar con esas
ideas, pero es muy importante. Tejer redes
comunitarias y de acompañamiento entre mujeres y
darnos valor, darnos acompañamiento, amor entre
nosotras. Porque al final, es muy peligroso
depender de lo que los altos mandos quieran
hacer o escuchar. La resistencia viene desde el
pueblo y desde las comunidades organizadas”.
Educación comunitaria y de género
¿Cuál es el papel de la educación?
“La educación comunitaria es muy importante.
Hablar con las comunidades, conocer de primera
mano cómo se vive, sus experiencias, porque de
repente esperamos a que salgan reportes como el
del IPCC en los que nos da respaldo la ciencia,
pero se nos olvida que no hay que descalificar
el conocimiento que tienen las comunidades por
experiencia propia. Y seguir demandando la forma
en que se enseña sobre el cambio climático en
las escuelas, en la educación formal, esté mucho
más actualizada y se deje de culpar a los
individuos por una crisis que es sistémica. No
podemos poner en el mismo lugar a una persona
que viaja en auto todos los días que al dueño de
una compañía petrolera, no tienen la misma
responsabilidad”.
¿Te parece que la educación debe tener una
perspectiva de género en cuanto a la emergencia
climática?
“Sí, definitivamente. Cuando hablamos de la
crisis climática como una crisis de desigualdad,
tenemos que hablar de género sí o sí. Sobre todo
en México y Latinoamérica. En México
específicamente porque somos uno de los países
más peligrosos para las mujeres. Me parece vital
que haya una educación, una instrucción en
cuanto a cómo estas diferentes circunstancias se
interceptan. Porque, al final, para nosotros a
nivel individual, el conocimiento es poder, un
poder de acción y organización”.
Vas a participar en el panel de alto nivel que
organiza ONU Mujeres el 8 de marzo con motivo
del Día Internacional de la Mujer. ¿Qué vas a
plantear ahí?
“Es muy bonito hablar y hacer promesas, pero
necesitamos accionarlos. Lo que quiero llevar a
los espacios de incidencia internacionales,
especialmente Naciones Unidas, es una llamada a
la acción. No desde la desesperanza, no decir
hay una crisis, tenemos que actuar porque si no,
quién sabe que va a pasar, nos estamos quedando
sin agua, hay más incendios forestales cada día,
Argentina está en llamas… Yo no quiero traer ese
mensaje de desesperanza. Quiero más bien llamar
a la acción desde un amor revolucionario, desde
el amor que tenemos por las comunidades, por el
movimiento… las ganas que tenemos de seguir
teniendo un planeta que podamos habitar. Nos
corresponde usar esas plataformas para hacer
llamados a la acción y motivar a las personas
que no estén involucradas en la lucha y a las
juventudes a que se accionen, que en sus
comunidades se involucren en la lucha
climática”.
Movimiento climático, feminismo y círculos de
poder
Esta acción, ¿podrían ser las redes que
mencionabas antes?
“Sí, el movimiento climático tiene mucho que
aprenderle al feminismo en cuanto a la fuerza,
organización y resiliencia que se tiene. Hay
muchísimo potencial con respecto a las redes de
mujeres luchando no sólo por la justicia de
género sino por la justicia climática”.
Llama la atención que hablas mucho de los
movimientos de base, pero en ningún momento has
tratado el tema del poder. ¿No te parece que las
mujeres deben llegar a los altos círculos de
toma de decisiones?
“Sí, pero es muy importante hacer una crítica de
qué mujeres están llegando a esos círculos.
Porque de repente hay distintos privilegios que
ciertas personas pueden tener. Incluso el
feminismo, no siempre vela por la diversidad de
todas las mujeres, no siempre es un feminismo
incluyente para todas las mujeres. No es
suficiente decir, sí, hay que poner cuotas de
género y hay que empoderar a las mujeres para
estar en estos espacios, también hay que poner
énfasis en qué mujeres estamos presentes ahí
¿somos mujeres de color, mujeres rurales,
mujeres indígenas, mujeres cisgénero? Una cuota
de género tiene que ir mucho más allá de decir
si eres mujer o no, tiene que haber un énfasis
en las distintas identidades étnicas, raciales,
socioeconómicas porque de nada sirve poner en
lugares de poder a alguien que va a seguir
reforzando las mismas lógicas patriarcales,
clasistas o capitalistas. Es importante que se
ponga énfasis en las mujeres de base y
empoderarlas para llegar a espacios de
incidencia de alto nivel porque son ellas las
que viven el día a día la realidad de la
desigualdad de género y la crisis climática”.
Entrevista: Carla García
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