Escrito por Lucía Melgar
Palacios
14 abril, 2022
En memoria de Sergio González Rodríguez, cuya voz sigue haciendo
falta 5 años después
Concluida la extraña consulta de “revocación”, urge que el
gobierno y la oposición se ocupen de los asuntos que sí importan
a la ciudadanía. En vez de imaginarse como héroes de gestas
“históricas”, es hora de que los gobernantes escuchen las
historias reales que conforman la vida y la experiencia
cotidiana de millones de personas. Esa es la historia que
importa, la que cuentan la gente común, los vencidos, como
escribiera Ricardo Piglia, no la “Historia” sesgada que quienes
detentan el poder pretenden confundir con la verdad.
El triunfalismo del discurso oficial resultaría risible si no
evadiera y velara la dureza y crueldad de la realidad para
millones de personas, el ambiente de incertidumbre que en el
contexto de inflación y potencial escasez pesa sobre todos y la
inseguridad que ronda la vida de mujeres y hombres expuestos a
la desaparición, el asesinato, el feminicidio y atrocidades como
las masacres.
La violencia no cesa, se expande y agudiza. Hiere y mata a
personas, familias y comunidades, corroe la vida de todos, aun
de quienes se esfuerzan por negarla o pasarla por alto. El fin
de semana pasado, en Tultepec, fueron asesinadas por lo menos 8
personas, incluidos niñas y niños; una más de las masacres sin
fin que cubren de sangre este país. Siguen desapareciendo niñas
y mujeres, algunas son encontradas asesinadas, otras vuelven
dañadas, muchas no vuelven; sus familias, no las autoridades,
las siguen buscando.
La violencia no sólo acaba con la vida o la salud y la
tranquilidad de quienes la padecen directamente; sus efectos
contaminan también la percepción y las actitudes de quienes
“sólo” se enteran de ellas por los medios o las redes sociales.
La normalización de la violencia no es una frase hecha, es un
fenómeno que afecta la convivencia y el juicio de muchos.
Pensemos, por ejemplo, en el reciente asesinato de Victoria
Guadalupe Rodríguez, asesinada en Querétaro con tal sólo 6 años.
Fue a la panadería cerca de su casa y presuntamente un vecino se
la llevó y la mató. A las condolencias de muchos, se añadieron
en redes sociales críticas a los padres por dejarla salir sola.
¿Qué es lo anormal? ¿Que una niña camine sola por un rumbo
conocido unos minutos? ¿O que ni siquiera en su propio barrio
pueda dejársele sola a ella o a ninguna niña, niño o
adolescente? ¿Por qué no se cuestionan la inseguridad y la
impunidad que impiden llevar una vida que en otros países
todavía es regla – aun con excepciones?
La normalización de la violencia va de la mano con la
negligencia de unas autoridades que han hecho de la impunidad su
sello. Esta negligencia criminal pone en duda la vigencia del
Estado de derecho (ya pisoteada por las más altas autoridades
del país). Así lo demuestra el terrible caso de Irene y su hija
en Chimalhuacán donde fueron policías quienes privaron de la
libertad, drogaron y violaron en 2019 a la niña, entonces de 13
años, y, este 1ero de abril, secuestraron y torturaron a su
madre por haber denunciado la violación y subsecuentes
agresiones contra ambas en su casa.
¿Cómo puede seguirse tolerando el altísimo grado de violencia
misógina en Chimalhuacán y en todo el Estado de México? ¿Cómo
pueden dormir la fiscal especializada y demás gobernantes de ese
lugar si saben que su propio personal policiaco y judicial
viola, tortura y aterroriza. ¿Cómo pueden seguir viviendo con la
sombra constante del feminicidio y la violencia misógina en
Chimalhuacán?
Leemos con horror que han desaparecido decenas de mujeres en
Nuevo León. Colectivas feministas protestan por el feminicidio
de María Fernanda Contreras, cuya desaparición sus padres
denunciaron enseguida, sin que la policía actuara de inmediato,
argumentando que no podían catear una casa sospechosa sin orden
previa. Como si nunca jamás eso sucediera en México. Tal vez
podrían haber salvado a María Fernanda. Como si esta desidia
infame no bastara, las mujeres que protestaron por este crimen y
exigieron la destitución del secretario de seguridad estatal
fueron reprimidas. Por hartazgo y rabia quemaron la puerta del
palacio de gobierno. Esa fue la nota para medios que no
entienden nada de violencia institucional y creen útil enfatizar
la violencia reactiva de las chicas.
¿ Y las autoridades alternativas de Nuevo León y Monterrey? Como
gran nota, el Norte informó el domingo que el gobernador
participaba en la búsqueda de Debanhi Susana Escobar. Con su
esposa, García acudió a la carretera donde la chica desapareció
(El Norte, 10 de abril). ¿Oportunidad para la foto? El cinismo
de cierta oposición también indigna.
Anunciar como solución mágica la creación de un grupo especial
para investigar desapariciones, como lo hizo este mismo
gobernador el lunes 11, tal vez para atajar la ola de
indignación provocada por las desapariciones y la represión
contra las manifestantes, también es cinismo. ¿Qué va a cambiar
si no cambian los encargados de seguridad? ¿Quiénes entrenarán
al personal? ¿Qué política de prevención se ha diseñado? ¿Se
tienen indicios de quiénes desaparecen a las mujeres?
Para que las familias y comunidades dejen de vivir el tormento
de la violencia extrema, para crear un presente y futuro
viables, urge una profunda rectificación del gobierno y una toma
de conciencia y acción de la “oposición” y la sociedad. No están
en juego la “Historia”, ni la sucesión de 2024, está en juego la
vida, que no es ni puede ser sólo sobre-vivir en medio del
horror.
22/LMP/LGL
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