17 Abril 2022
En un container, cerca de 50 mujeres tienen su fábrica de leche
y arequipe. Todas intentan superar un pasado de dolor y
violencia, con el arte de emprender.
Tan dulce y llena de sabor como la mezcla de leche y azúcar que
da origen al tradicional postre de arequipe, así es la vida de
casi 50 mujeres campesinas en los llanos orientales de Colombia,
quienes decidieron, a través de la cocina artesanal, cambiar el
odio y la violencia, por amor y resiliencia.
Asodale promueve la unión y trabajo en equipo entre mujeres, con
el fin de contribuir a la paz y reconciliación en sus
territorios.
Estas mujeres viven en el departamento del Meta, en apartadas
veredas que en otrora fueron el epicentro del conflicto armado
colombiano. Todas son conocidas en la región como las damas de
la leche, porque integran una asociación que busca generar
proyectos productivos para mujeres de la zona y que lleva 11
años produciendo el mejor arequipe del oriente del país.
La asociación lleva por nombre Asociación Damas Leche (ASODALE)
y su fundadora es Janeth Reina. Ella, de contextura gruesa,
imponente y de manos fuertes para el trabajo, asegura que como
su arequipe no hay dos y que la vida siempre debería parecerse a
este delicioso manjar: dulce y tranquila como su preparación.
Pero sus días no siempre fueron así. Quienes integran la
Asociación tienen algo en común: todas son víctimas de la
violencia. “La guerra nos tocó. Durante años vivimos en medio
del dolor, la desgracia, la incertidumbre y la intranquilidad”,
indica Janeth.
La idea nació como una alternativa para decenas de mujeres a
quienes el conflicto armado les arrebató en su momento a un
hijo, su esposo o las obligó a delinquir.
“Yo perdí un hermano en esta guerra absurda. Y no hay día en que
no lo piense. Por eso trabajo duro, como ejemplo de
resiliencia”, dice Janeth.
Entre sus integrantes hay viudas, madres que enterraron a sus
hijos, mujeres que vieron partir —sin retorno— a los suyos. Sin
embargo, a todas las une las ganas enormes de darle ‘la vuelta a
la página’ y enseñar con su trabajo que el mejor camino es el
perdón.
Una cooperativa en un container
Su taller funciona en un container donado por la Agencia de
Renovación del Territorio (ART), del Gobierno Nacional. Allí
adecuaron la planta, los equipos y la maquinaria para 100 litros
de leche en frío al día.
Cada una aporta leche que sale de sus fincas. Así todas se
convierten en socias del negocio. La cita es en las tardes,
porque como dice Blanca Tejedor, “toca sacar tiempo para todo:
el arequipe, la casa, los niños y el marido”.
Blanca se vinculó al proyecto en 2011. Desde muy joven trabajó
para la guerrilla en cultivos de coca. Oficio que aprendieron
también dos de sus cuatro hijos.
“Yo raspaba (quitaba las hojas de coca con la mano), a veces en
mi finca o en fincas vecinas. No había otra opción, era la única
manera de ganarnos la vida. Pero era un trabajo muy duro”,
cuenta Blanca, cuyas manos ásperas parece que hablaran y
corroboraran su relato.
Por muchos años su vida transcurrió en medio de la zozobra que
trae consigo el mundo de los cultivos ilegales. “Manteníamos con
miedo. Huyendo del ejército. No veíamos la magnitud del daño y
el dolor, solo hasta cuando empezó la guerra por las drogas. Acá
no se podía vivir”, agrega Blanca.
Un negocio alternativo a las drogas
Sin embargo, en 2010, producto de la orden del Gobierno Nacional
de erradicar de manera forzada los cultivos, Blanca y cientos de
hombres y mujeres de la región, quedaron sin su fuente de
empleo. “Por un momento pensamos que el mundo se nos venía
encima”, dice.
Pero lo que Blanca desconocía era que justamente en ese momento
su vida daría un giro radical. “Conocí ASODALE y fue una
bendición. Aprendí a trabajar en equipo, a ser fuerte, a
respetar y entendí que ganarme la vida de manera tranquila y
legal, sí es posible”, señala Blanca.
La cooperativa se ha vuelto el refugio de decenas de mujeres,
quienes como Blanca, le dieron una oportunidad a la sustitución
de cultivos y hoy se ganan la vida de formas antes impensables.
Blanca ha visto cómo su vida ha cambiado. Cambió su economía
basada en cultivos ilícitos, por la producción de arequipe.ART/Sergio
Fabián Garzón Clavijo
Blanca ha visto cómo su vida ha cambiado. Cambió su economía
basada en cultivos ilícitos, por la producción de arequipe.
“Dejar de escuchar las balas, de contar muertos y pasar a
despertar con el canto de los pájaros, eso no tiene
comparación”, afirma Blanca.
En las tardes, el container donde trabajan se transforma en un
centro poderoso, donde estas madres, hijas y hermanas, ponen lo
mejor de sí, para sacar un producto impecable. Su arequipe es
ofrecido en toda la región y las ganancias van directamente a
sus creadoras.
Los lácteos y el arequipe son su sustento principal, sin embargo
muchas también tienen en sus fincas cultivos de cacao y café.
“Las mujeres encontramos en la asociatividad la manera de
transformar núcleos familiares y de cambiar nuestras propias
vidas”, concluye Janeth Reina.
Mujeres líderes
En Colombia este no es el único proyecto productivo liderado por
mujeres. A lo largo y ancho del territorio nacional es posible
encontrar toda una diversidad de asociaciones de mujeres, en su
mayoría víctimas de la violencia, que tras la firma del acuerdo
de Paz con la guerrilla de las FARC, han decido unirse para
trabajar por el territorio.
Milena González Reyes, de la Oficina de las Naciones Unidas
contra la Droga y el Delito (UNODC), asegura que es muy
importante el rol que ha tomado la mujer al momento de sacar
adelante estos proyectos: “El empoderamiento es cada vez más
notorio. Ya vemos mujeres participando en espacios que
históricamente eran ocupados por hombres”, dice.
Según González Reyes, son muchas las mujeres que con el objetivo
de sostener económicamente a sus familias, han dejado de lado
los negocios ilícitos y han decidido asumir un liderazgo en el
sector agrícola y agropecuario. “En pandemia el éxito de estos
proyectos quedó confirmado. Su trabajo fue de gran ayuda para
ellas y sus familias”, explica González Reyes, coordinadora de
la Unidad de Desarrollo Rural, del área de Desarrollo
Alternativo de esa agencia de la ONU.
La mayoría de estos proyectos productivos se encuentran ubicados
en los 170 municipios que hacen parte de los Programas de
Desarrollo con Enfoque Territorial, conocidos como PDET, que
fueron los más afectados por el conflicto armado colombiano,
durante más de 50 años.
Hasta el momento, según cifras del Gobierno colombiano, la
inversión en estos territorios priorizados por el Acuerdo de
Paz, supera los 10,16 billones de pesos.
Este reportaje ha sido producido Paola Rojas Camacho para
Noticias ONU
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